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Spanish Literature

UN POETA A CABALLO ENTRE DOS SIGLOS: FERNAN PEREZ DE GUZMAN

Lucia Harrison


UN POETA A CABALLO ENTRE DOS SIGLOS: FERNAN PEREZ DE GUZMAN

Fernán Pérez de Guzmán (c.1377 - 1460), sobrino del canciller don Pedro de Ayala, tío del marqués de Santillana y bisabuelo de Garcilaso de la Vega, vivió en una época turbulenta, con una corte en donde sólo reinaban cobdicia de alcanzar e ganar, engaños, malicias, poca verdad, cautelas, falsos sacramentos e contratos, e otras muchas e diversas astucias e malas artes . Disgustos y desengaños, o quizás un exilio obligado, le hicieron retirarse a su señorío de Batres, donde se dedicó a su obra literaria casi por completo. Los hechos más significativos de la vida de Pérez de Guzmán también pueden rastrearse a través de su obra poética Coplas de vicios e virtudes. En sus versos el poeta alude a ciertos acontecimientos con dignidad y resignación y revela su actitud amargada frente a una sociedad en trasformación y a una política, la de su siglo, en las que reinaban los vicios más que las virtudes, y que se oponían a su ideal de una España pacífica y unificada.

Panorama histórico cultural

El siglo XV es uno de los más turbulentos y apasionantes de la historia española, caracterizado por una sustancial transformación de las estructuras intelectuales, políticas y económicas. La obra de Fernán Pérez de Guzmán refleja, quizás más que otras, la intrincada situación de este siglo.

"En la agitada crisis del siglo XV - más tempestuosa aun en los abismos de la vida espiritual que en la superficie de la existencia cotidiana - la noble figura de Fernán Pérez de Guzmán, señor de Batres, posee dentro de España el valor de un símbolo y se ofrece a nosotros como una clave reveladora de múltiples secretos. Acaso podría decirse que su espíritu constituye un intricado microcosmos en el que se refleja, con ajustada correspondencia, la fiera realidad que lo circunda; y el conflicto interior que trasciende de su actitud... reproduce fidelísimamente el drama espiritual que agita a España en la primera mitad del siglo XV y acaso, en cierta medida, el que vive por entonces toda la Europa occidental."

En el plano político-social fue una época llena de disputas sobre la naturaleza de la autoridad. La insubordinación de la nobleza durante los reinados de Enrique III y Juan II, el enervamiento de la autoridad real, el ascenso de la burguesía y el afán de riquezas, reflejaban una situación común a toda la Europa occidental.

En Inglaterra, durante los últimos años del siglo XIV y los primeros del XV se desarrollan asimismo terribles conflictos; de ellos resultará la caída de los Plantagenet y el acceso al trono de los Lancaster con Enrique IV, manifestándose la misma inestabilidad social y política que se nota bajo los reyes contemporáneos de Castilla. En Francia se suscitan conflictos derivados de la rivalidad entre borgoñones y armagnacs. En Alemania hay una inestable dominación de los señores, frente a un poder imperial que guardaba en latencia sus aspiraciones centralizadoras, y en Italia hay conflictos entre los antiguos y nuevos señores, entre la burguesía y sus amos.

La lucha entre la nobleza y la monarquía en Castilla se prolonga desde 1419, fecha del comienzo del reinado personal de Juan II de Castilla, hasta 1479, comienzo del reinado de los Reyes Católicos. En una primera fase, que abarca todo el reinado de Juan II, se superponen dos niveles en la lucha: el de la antigua oligarquía de funcionarios, colaboradores de los Trastámaras, contra los nuevos parientes del rey, los infantes de Aragón, hijos de FernandoI, y el de esa misma oligarquía contra una monarquía autoritaria que, mejor que el propio Juan II, encarna su ambicioso favorito Alvaro de Luna. El resultado final, en 1454, es claramente victorioso para la antigua oligarquía de funcionarios, que consiguen su doble objetivo: la expulsión de Castilla de los infantes de Aragón y el fortalecimiento del pacto con la realeza, gracias a la eliminación de don Alvaro de Luna.

En el plano socio-económico se arrastran las consecuencias de las catástrofes económicas y demográficas del siglo anterior, a causa de la peste negra y de la Guerra de los Cien Años, que se traduce en una guerra civil para España. La debilidad del poder central fue una rémora para la estabilidad política y el desarrollo económico de los reinos españoles. Catalanes y aragoneses intentaron controlar el comercio de especias a través del Mediterráneo. Castilla, por el contrario, centraba su vida económica en torno a la producción de lana, que exportaba a los Países Bajos con grave daño para la agricultura, pero con ganancias rápidas para los grandes propietarios nobles, que despilfarraban los beneficios en importar productos de lujo, en vez de estimular la actividad textil local.

Dentro de las artes plásticas, edificios góticos y mudéjares señalan el transcurso de este período en catedrales y castillos, y ponen de relieve especialmente los nombres de Toledo, Burgos, León, Medina, Madrigal y Olmedo. Es la época del gran florecimiento escultórico que, bajo influencias francesas, borgoñonas y flamencas, puebla de maravillosas obras iglesias y monasterios. En el siglo XIV se desarrolló una activa escuela regional en la España oriental, muy en contacto con los nuevos modelos del gótico italiano, especialmente las escuelas de Siena y Florencia, ambas dirigidas a través de la corte papal en Aviñón. Los contactos culturales entre el sur de España e Italia continuaron durante la mayor parte del siglo XV: los reyes de Aragón gobernaron las Islas Baleares, Cerdeña y Sicilia (que se separó en 1458) y en 1442 Alfonso V añadió Nápoles a sus dominios. El fructífero negocio entre el sur de Italia y el levante de España, así como los contactos comerciales con las ciudades del norte de Italia, estimularon los intercambios artísticos.

Los tratos comerciales entre España y Flandes favorecieron el desarrollo de un gusto por los pintores realistas flamencos de las escuelas de Bruselas y Brujas. Luis Dalmau trabajó en Valencia y Barcelona entre 1431 y 1436. Estos son los primeros contactos documentados de un pintor español con la escuela flamenca. El interés por los pintores de Flandes madurará sucesivamente durante el reinado de los Reyes Católicos, y un pintor flamenco, Juan de Flandes, llegará a ser el pintor de la corte.

En el campo de la música, el siglo XV es la época del Ars Nova. Un aluvión de corrientes extranjeras llega a España desde Inglaterra, Francia e Italia, y se desarrolla un espíritu propiamente "español", es decir un "diamante de finas facetas que despiden muy diferentes luces." Las relaciones familiares entre las casas reinantes francesas como las de Anjou y Borgoña y las españolas darán lugar a una importación frecuente de músicos. De Flandes y Borgoña vienen a las cortes españolas corrientes que traen la flor nueva de las artes mayores y menores de la polifonía.

La época de Don Juan II es la de los "Cancioneros." Fernán Pérez de Guzmán, en Generaciones y semblanzas, nos dice acerca del rey: "tenía muchas gracias naturales; era músico, tañía e cantaba e trovaba e danzaba muy bien," según el modelo renacentista. Los "Cancioneros" primero eran poéticos, luego, poéticos y musicales, ya en tiempos de los reyes Católicos. Su repertorio supone el encuentro de las formas menores vernáculas de cantigas, serranas, estrambotes y villancicos. Fernán Pérez de Guzmán titula Hymnos la sección de Las setecientas (cuya composición más larga es las Coplas de vicios e virtudes) dedicada a las vidas de santos y a la Virgen. Estas composiciones son bastante cortas y, según Maguire y Severin, tenían probablemente un marco musical.

Las relaciones entre España e Italia fueron igualmente intensas en este período. "Durante dos siglos España e Italia vivieron una vida casi común a causa del dominio territorial y de la hegemonía política española de nuestro país." El cuadro general está trazado por Benedetto Croce en su libro La Spagna nella vita italiana durante la Rinascenza:

"Los músicos españoles se encontraban entonces, juntamente con los flamencos, en muchas de aquellas cortes italianas, en las cuales (y no sólo en la corte aragonesa de Nápoles) tuvieron boga los bailes españoles."

El centro musical más rico de toda la península italiana se halla en Nápoles e tiempos de Alfonso el Magnánimo. Allí se ponen los cimientos de una escuela musical polifónica típicamente española que se perfeccionará en la época de los Reyes Católicos.

En literatura, a lo largo del siglo XV, en evolución lenta y confusa, va abriéndose paso el presentimiento de la llegada de algo que ya está madurando en otro sitio, precisamente en Italia: algo que significa una elevación espiritual y social, con un retorno al mundo clásico como modelo. Las figuras y temas de la cultura grecolatina empiezan a valorarse de un modo nuevo, como símbolo y manifestación de una esfera superior de la realidad, del plano de lo ideal.

Hay un cambio de escuela y de modelos: Italia, y no Francia, es ahora el horizonte educativo. Como dice Menéndez y Pelayo, el camino de Santiago es sustituído por el "río de Sevilla", "lleno de velas blancas/ y ramas verdes," vía de comunicación castellana con Italia, a través de los mercaderes genoveses de Sevilla, de los que forma parte Francisco Imperial, cabeza de la innovadora escuela andaluza que incluye, entre otros, en el cordobés Juan de Mena. El influjo de los Stilnovistas y de Dante lo recoge Fernán Pérez de Guzmán en la copla 16 de Vicios e virtudes, al hablar "de hidalguía o gentileza:"

Dela sangre su nobleza,
segunt que al Dante plaze,
en buenas costumbres yaze
con antiguada riqueza;
otra opinion se reza
mas estrecha y mas aguda,
que do la virtud se muda
no remane gentileza.

También llega el influjo italiano por vía catalano-aragonesa: testigo, entre otros, el Cancionero de Estúñiga, donde aparecen los poetas de la corte de Alfonso V de Aragón en Nápoles. Predomina la "materia" sobre la "forma," e inicialmente se toma a Petrarca y a Boccaccio más bien como maestros de ideas y moralidad que como dominadores de formas expresivas: la obra latina de Petrarca influye más que la italiana, y De casibus virorum illustrium de Boccaccio encuentra más rápida difusión que el Decamerone.

La prodigiosa actividad literaria que se desarrolla en este período contrasta con las calamidades sociales y políticas. No hay género que no se cultive con éxito: se fomentan traducciones y se glosa a los autores antiguos. A pesar de la general carencia de libros, y la dificultad de adquirirlos, algunos magnates reunen bibliotecas, como el marqués de Santillana y el conde de Haro.

Desde el punto de vista religioso, la espiritualidad española del siglo XV sigue el clima de crisis de corrupción que caracteriza a la época. La conducta de los eclesiásticos deja mucho que desear. No les preocupa la discordia entre Roma y Aviñón, y los prelados castellanos están siempre en contiendas. "Intemperantes y soberbios, se alejan de sus iglesias, se entrometen en la gobernación del reino y llevan el desorden y la inquietud a los pueblos. Por dineros contados confieren órdenes a clérigos ignorantes y rudos. Además, están a menudo en compañía de mujeres y pueblan las aldeas de hijos. Aunque no hay nada de específicamente doctrinal en la Coplas de vicios e virtudes de Pérez de Guzmán, en los Loores de los claros varones sí hay una alusión negativa al Papado y a la sede de Aviñón.

En este período de terribles contrastes e incertidumbre sobresale la figura de Fernán Pérez de Guzmán, señor de Batres.


Vida y obras de Fernán Pérez de Guzmán

Fernán Pérez de Guzmán fue hijo de Pedro Suárez de Toledo y de Elvira de Ayala, sobrino del canciller don Pedro de Ayala, tío del marqués de Santillana, y bisabuelo de Garcilaso de la Vega. Se casó con la Marquesa de Avellaneda, y antes, quizás, con doña Leonor de los Paños, a quien dedicó dos poesías contenidas en el Cancionero de Baena.

Se puede presumir que nació a fines del reinado de Juan I o en los primeros años del reinado de Enrique III, ignorándose las fechas exactas de su nacimiento y muerte. Foulché-Delbosc conjetura 1377-1379 y 1460, fechas deducidas de documentos que cita Amador de los Ríos. Domínguez Bordona deduce, de una referencia del mismo Pérez de Guzmán, que el poeta estuvo en Aviñón cuando era muy niño, hacia 1394. Desde su primera juventud tuvo Pérez de Guzmán grandísima afición a las letras, tomando parte en las disputaciones y reqüestas que a la sazón sostenían los más reputados trovadores de Castilla; sus dos primeros oráculos literarios fueron Alvarez de Villasandino, que seguía la escuela provenzal, y Micer Francisco Imperial, iniciador de la escuela alegórica, entre los cuales fluctuaba, solicitando unas veces del primero traslado de alguna obra sotil e muy pura para que le sirviera de modelo, o diciendo al segundo que relumbraban sus cantos como centellas, iluminado por el buen Florentín, por Dante, a quien nuestro poeta tomaba también por maestro.

Estos primeros escarceos poéticos no le impidieron tomar parte en las altas funciones del Estado a donde le llamaba la elevada posición de su familia, emparentada con las más grandes casas de aquel tiempo. La Crónica de Juan II no le menciona hasta el año 1419, en que figura entre los parciales del Infante don Enrique de Aragón. Empezó su carrera política con los mejores auspicios, desempeñando, según algunos, las funciones de embajador en Aragón en tiempos de Enrique III, cuando de pronto vino a entorpecerla su enemistad declarada con Alvaro de Luna, entre cuyos adversarios hubo de afiliarse muy pronto, descontento con su proceder después de la batalla de la Higueruela. En aquella jornada hizo proezas para defender y salvar la vida a un capitán de la mesnada del señor de Hita, llamado Pero Meléndez de Valdés, y cuando esperaba la merced tan heróicamente ganada, vió que otro quería apropriársela, y sin reparar en la presencia del rey sostuvo un violento altercado que le costó la prisión y el perder la gracia de Juan II. A ello vino a sumarse cierta sospecha acerca de su fidelidad, debido a su cercano parentesco con el arzobispo de Toledo, Gutierre Gómez, uno de los más arrojados y temibles partidarios de los infantes de Aragón. Todas estas causas hicieron cada día más peligrosa y difícil su situación en la corte, en donde sólo reinaban, según él, la codicia y las malas costumbres. Estos disgustos y desengaños, mayores en quien poseía una independencia nativa y estaba acostumbrado a otro trato muy distinto, unidos a sus inclinaciones al estudio, a su rectitud moral intachable y a la tendencia, demostrada ya en sus primeras poesías, a la meditación filosófica de las cosas humanas y al desprecio de las vanidades de la vida, le hicieron tomar la resolución prematura, pues sólo contaba cincuenta y seis años, de retirarse a su señorío de Batres, de donde no volvió a salir. Afirma Menéndez y Pelayo:

Ciertamente que aquel largo retiro no fue desaprovechado, ni para la mejora del espíritu de Fernán Pérez, que entonces se labró y acrisoló con el trato familiar de los principales moralistas clásicos y de los más egregios doctores de la Iglesia, ni tampoco para las letras patrias, que debieron a este ocio, más voluntario que forzado, una serie de libros en prosa y verso, morales e históricos, traducidos y originales, no todos de igual precio, pero todos dignos de consideración, como inspirados por un mismo noblísimo pensamiento, que si al principio se encierra en los límites de la moral humana y filosófica, acaba por tomar un tinte ascético, pasando (como el mismo autor dice) a lo divino e devoto que a todo lo humano trasciende.

En el retiro de Batres, entregado al estudio y a los cuidados domésticos, no se alejó enteramente de los civiles trabajos;

e porque sin compañía
no hay alegre posesion

no dejaba de relacionarse con hombres eruditos, como el historiador Alvar García de Santa María, autor de Rerum Hispanorum, su primo Vasco de Guzmán, arcediano de Toledo, el obispo de Burgos don Alonso de Cartagena, fray Gonzalo de Ocaña, prior del convento de Santa María de la Sisla, a quien Guzmán encargó de traducir al castellano los Diálogos de San Gregorio.

El inventario de la biblioteca de Batres que señala Tate indica los gustos literarios de nuestro poeta. Aunque todos los libros no se pueden atribuir con certeza a Fernán Pérez, sí podemos presumir que fuera él el responsable de la presencia de los tratados históricos y morales que forman la mayor parte de la colección. Entre una treintena de libros predominan los trabajos en lengua vernácula, con ocho traducciones del latín. Los trabajos históricos se refieren a Roma o a España, y las traducciones de Platón, Tito Livio, Séneca y Salustio son los resultados de su amistad con Santillana, Cartagena y Vasco de Guzmán, mientras que la presencia de un largo poema cronístico confirma sus íntimas relaciones con Alvar García. Las obras de naturaleza heráldica o jurídica son corrientes en las bibliotecas de la época. Además Fernán Pérez poseía las crónicas de San Isidro, Julián de Toledo y Alfonso III y la historia de los francos del obispo Gregorio de Tours. Leía a Julio César, Quinto Curcio, San Jerónimo, San Agustín, Orosio. Para el conocimiento de la Edad Media, los cronistas españoles - don Rodrigo de Tuy, la Crónica General, quizás Gil de Zamora - le proveen de informaciones y aun de criterios. Sin embargo, uno de los estudios que ejerció mayor influencia sobre él fue el de la Biblia. El inventario de Tate revela un hombre de miras mucho más amplias de lo normal entre los nobles de su tiempo, con un permanente entusiasmo por el conocimiento del pasado de su país en particular, y de los hábitos morales del hombre en general. Alonso de Cartagena fue su maestro y consultor. El docto judío converso compuso para su amigo el más importante de los tratados que escribió, titulado Oracional de Fernán Pérez, en respuesta a ciertas dudas y cuestiones que le había propuesto sobre la oración. La afición que por Séneca mostraba el obispo hizo que su discípulo tradujese al castellano gran parte de las epístolas del filósofo cordobés, no del latín, que no llegó a dominar por completo, sino de una versión italiana de Ricardo Pedro, ciudadano de Florencia. No sólo con estas versiones y otras de autores clásicos contribuía el señor de Batres a difundir el pensamiento de la antigüedad, sino que promovía y patrocinaba otras, como las que hizo su primo Vasco de Guzmán, el arcediano de Toledo, "a ruego et afincamiento suyo," de las dos Historias de Salustio, llegando a ser el más antiguo intérprete castellano de la Catilinaria y de la Yugurthina, libros que no dejaron de influir en la prosa histórica de nuestro autor. Fruto de estas aficiones y estudios de Pérez de Guzmán fue el centón de sentencias titulado Floresta de los Philósophos, extracto en su mayor parte de los libros de Séneca, al que añadió apotegmas y máximas de Salustio, de Quinto Curcio, Cicerón, Boecio, San Bernardo y del Tesoro de Brunetto Latini. Esta obra permaneció inédita hasta 1904, cuando fue publicada por R. Foulché Delbosc en la Revue Hispanique (t. XI, págs. 5-154).

La Floresta no hubiera dado fama al señor de Batres si éste no hubiese pasado al cultivo de la historia y a la contemplación directa y personal de la vida. En el prólogo de las Generaciones y semblanzas expone sus ideas acerca de los historiadores, y aunque no tienen novedad los conceptos en que aboga por la veracidad de la historia, sí la tenían al fundamentarla en razones morales.

"...Si, por falsar un contrato de pequeña cuantía de moneda merece el escribano gran pena, ¿cuánto más el coronista que falsifica los notables e memorables hechos, dando fama y renombre a los que no lo merecieron, e tirándola a los que con grandes peligros de sus personas y expensas de sus haciendas, en defensión de su ley e servicio de su rey, e auctoridad de su república e honor de su linaje, hicieron notables hechos?"

Y, sobre todo, resulta enteramente moderna la atención que concede como sujetos de la historia a los grandes sabios y letrados que con gran cura y diligencia ordenan y componen libros, que era lo mismo que dar derecho a la historia literaria a formar parte integrante de la historia general.

La gran fama y reputación de Pérez de Guzmán como historiador depende de la obra que con el título de Mar de historias fue escrita a mediados del siglo XV e impresa en Valladolid en 1512. Se compone de tres partes: la primera trata "de los emperadores, e de sus vidas, e de los príncipes gentiles e católicos;" la segunda "de los sanctos y sabios e de sus vidas e de los libros que ficieron;" y la tercera lleva por título "generaciones, semblanzas e obras de los excelentes reyes de España don Enrique III y don Juan II, y de los venerables prelados e notables caballeros que en los tiempos destos nobles reyes fueron." Esta tercera parte, única original de la obra, fue desglosada por el editor Lorenzo Galíndez de Carvajal en 1517 y desde entonces corre como libro independiente. Las dos primeras partes, cuya fuente principal parece haber sido el Mare Historiarum de Giovanni de Colonna, tiene de original el estilo de nuestro autor, sin duda de lo mejor del siglo XV, animado y brillante, con ciertas irónicas y humorísticas observaciones. La tercera parte no sólo es completamente original, por más que el autor diga que tomó la idea general de la Historia Troiana de Guido delle Colonne, sino que fue la primera galería biográfica que la literatura moderna esbozó frente a los grandes modelos que la antigüedad había dejado. Afirma Menéndez y Pelayo:

No hay en Generaciones y semblanzas imitación directa, ni de Plutarco, ni de Suetonio, ni de otro alguno, más bien recuerda Fernán Pérez, en algunos rasgos, la manera seca y rígida de Salustio, a quien tenía muy estudiado, así como en otros adivina la amarga profundidad de Tácito, a quien no podía conocer. Pero no necesitaba modelos ni inspiración ajena quien trabajaba sobre la carne viva y hundía el escalpelo hasta el fondo del alma de sus contemporáneos, con una especie de poder adivinatorio, sólo concedido a los grandes moralistas y a los grandes historiadores. Todo lo que su estilo tocó, conserva para nosotros la llama de la vida. Nadie le enseñó la teoría de las relaciones entre lo físico y lo moral, pero su instinto las adivinó y en sus cuadros vive el hombre entero, con sus dolencias y flaquezas, con su austeridad o con sus vicios" (págs. 60-61).

La crítica está de acuerdo en afirmar la importancia de Generaciones y semblanzas, que ha recibido la atención de eruditos e historiadores. El resto de la obra histórica de Fernán Pérez ha sido estudiada desde varios puntos de vista, y de ella tenemos una valoración bastante completa.

Aunque el lugar preeminente que ocupa el señor de Batres en la literatura española se debe, pues, a sus obras en prosa, también sus obras poéticas son asimismo muy dignas de estudio. Sin embargo, no existe todavía ningún trabajo global sobre la producción en verso de Fernán Pérez de Guzmán, quizás por la influencia ocasionada por los prejuicios positivistas de críticos como Menéndez y Pelayo y Ticknor. Según este último, la obra en verso de Fernán Pérez de Guzmán yace en un olvido merecido. En sus poesías cortas y en sus himnos hay que buscar sus versos mejores. Amador de los Ríos rechaza dicha crítica, considerando el lenguaje de Ticknor como incalificable en un crítico, y juzgándolo digno de un retórico ultraclásico. La valoración del poeta según de los Ríos es sobre todo cultural: "Al preferir entre todas las escuelas artísticas, que le eran conocidas, la antigua escuela didáctica..." Pero entre los juicios críticos que vamos espigando, el de Menéndez y Pelayo es el más rotundamente negativo. Afirma que en la Confesión rimada no hay ni una línea poética, pues "de poeta tenía realmente poco." Otra opinión del mismo Menéndez Pelayo pone en tela de juicio lo antes transcrito, o por lo menos muestra una más equilibrada actitud hacia nuestro poeta. Al enfrentarse con la obra lírica de Pérez de Guzmán, recomienda que de todos sus textos en verso se haga "escrupulosa revisión."

La obra poética de Pérez de Guzmán se puede dividir en tres grandes grupos, atendiendo a su temática: (a) poesía de cancioneros, típica de la época; (b) el poema histórico, que cultivó con notables aciertos en sus Loores de los claros varones de España, y (c) poesía de tipo moralista.

Los poemitas cortesanos o cancioneriles del autor pertenecían a su juventud, como indica Menéndez Pelayo, ya que los más antiguos se refieren al reinado de Enrique III. Se encuentran en el Cancionero de Baena, como las "Respuestas" a Villasandino e Imperial, en las que demostraba la admiración que sentía por los dos. Sirvan de ejemplo de esta época el "Dezir a Leonor de los Paños," lleno de gracia y finura, que fue contestado por Villasandino:

El gentil niño Narciso
en un fuente engañado,
de ssy mesmo enamorado
muy esquiva muerte priso;
señora de noble rriso
e de muy gracioso brío
a mirar fuente nin río
non se atreva vuestro viso. (Pág. 686)

Del mismo tema es el "Decir que fizo...a su amiga":

La Reina e todas ellas
por cibdades e por villas
sepan e ayan cosquillas,
pues de dueñas e donzellas
mi señora muy loada
asy es auentajada
como el sol de las estrellas. (pág. 692)

Para Menéndez Pelayo, la gloria poética de Fernán Pérez de Guzmán se cifraba en su poema de la historia de España, mencionado antes, titulado Loores de los claros varones de España, compuesto de 409 octavas de arte menor:

En ninguna parte (exceptuando, si acaso, la bella elegía a la muerte del obispo de Burgos) mostró el de Guzmán un entusiasmo poético tan sostenido. Su ferviente patriotismo, su talento de historiador, le salvaron en esta ocasión, levantándole mucho sobre el nivel de las prosas rimadas que ordinariamente escribía. (pág. 69)

Se trata de una exaltación apologética de las principales figuras de la historia de España, comenzando por el fabuloso Gerión y terminando por Gil de Albornoz y el papa Benedicto XIII. La obra revela la gran estimación y alto concepto en que Pérez de Guzmán tenía el nombre español, cuya gloria no era ensalzada no por falta de valor ni de virtud, sino por haber carecido de un Homero, de un autor cuyos talentos fuesen iguales a la tarea de alabarlos:

Mas porque non fue dotada
de tan alto pregonero
como fue Grecia de Omero
en la famosa Iliada. (11)

Pérez de Guzmán se demora en hablar detalladamente de los héroes hechos ya famosos por la poesía popular, como Bernardo del Carpio, Fernán González y el Cid, entre otros muchos. Alabando pues las virtudes de los héroes pasados, intentaba el señor de Batres recoger prácticamente el fruto de la enseñanza que resumía después en los Proverbios.

Predominó en Pérez de Guzmán la tendencia moralizadora que constituiría la característica principal de sus obras en la edad madura. Estas están dominadas por el pensamiento de la muerte y la inestabilidad de las cosas humanas. La muerte del almirante de Castilla, Diego Hurtado de Mendoza, ocurrida en julio de 1404, por cierto debió de impresionarle a Pérez de Guzmán extraordinariamente, a juzgar por las coplas que compuso:

Onbre que vienes aqui de presente,
tu que me viste ayer almirante,
de todas onrras en grado eçelente
e de rriquezas asaz bien andante,
grand señorio de tierras e gente
non me fartaua la vida durante,
agora veo que muy omillmente
de tierra vna braça me sea bastante...
(n. 294, págs.689-90.)

Esta fecha es importante en la poesía de Fernán Pérez, ya que, bajo la influencia de acontecimientos de este tipo comienza a evolucionar de lo secular a lo espiritual. Su renuncia a toda actividad política nos autoriza a fechar sus mayores obras didácticas después de 1432, cuando, lejos de la bulliciosa corte de Juan II, pudo en Batres dedicarse casi por completo a sus estudios literarios. Antes había escrito, salvo algunas excepciones en que principia su evolución, versos más ligeros.

Alonso de Cartagena en su Oracional invita a Pérez de Guzmán a no limitarse en su obra literaria a relatar hechos puramente humanos, sino a passar a lo diuino e deuoto... que yo algo ley e vi leer e loar al rey, de gloriosa memoria, que de pocos dias aca de nos se partio... En estos renglones el obispo burgalés recomienda a Pérez de Guzmán un contenido "diuino" en sus versos, y, cosa importante para nosotros, nos facilita una fecha aclaradora, pues Juan II falleció en 1454.

La primera caída del buen condestable Ruy López Dávalos, la fugaz privanza del cardenal Pedro de Frías y la prematura muerte, como hemos mencionado, del poderoso almirante de Castilla, Diego Hurtado de Mendoza, deudo cercano suyo y padre del marqués de Santillana, le dieron ocasión de meditar acerca de la inestabilidad de las grandezas humanas. La muerte de este amigo suyo le inspiró una elegía, en la que se ve la influencia de Dante, y se descubre al lector asiduo del Libro de Job. Santillana recordaba en su Carta proemio el "decir a la muerte de don Diego Furtado de Mendoza, almirante mayor de Castilla que Fernán Pérez de Guzmán, mi tío, doto en toda buena dotrina, ha compuesto muchas cosas metrificadas, e entre las otras aquel epitafio de la sepoltura de mi Señor el Almirante D. Diego Furtado, que comiença: Ombre que vienes aquí de presente. Fizo muchos otros decires e cantigas de amores."

La tendencia moralizadora de sus poesías tenía que acentuarse forzosamente cuando los desengaños le llevaron al retiro y la continua meditación fortaleció su alma. Coronaciones de las Quatro virtudes, composición alegórica "en lengua materna y llana, no muy honrada de flores y metáforas de Tulio," sino "rústica y aldeana" como se hablaba en Batres, fue dedicada por el autor a su sobrino el marqués de Santillana, cuya superioridad poética reconocía, contentándose con que su obra "pasara entre la hermosura de sus clavellinas, como nacen espinas entre lirios y verduras." Menéndez y Pelayo afirma que verdaderamente en los versos morales del señor de Batres "no abundan las flores, aunque el fruto sea ciertamente útil y sano."

Los Proverbios constan de una breve introducción y 102 cuartetas. Es una colección de máximas políticas, morales y religiosas, en que se proponía seguir las huellas de Salomón y de Séneca, según expresa el prólogo.

E si vos parezco ossado,
seguiendo mi descrición
a Séneca e Salomón,...

Aparecen los mismos lugares comunes que tan frecuentemente se tocan en la poesía de su tiempo:

Humildat e obediencia
ambas van por un sendero;
poca es la diferencia
entre falso e lisongero.

Uno de los temas más corrientes en el siglo XV es el tema de la muerte como igualadora de estados. De indudable valor es el decir escrito "por contemplación de los emperadores e reys e príncipes e grandes señores que la muerte cruel mató e lleuó deste mundo, e cómo ninguno no es relevado della" (pág. 690):

Por ende, jamas, amigo,
no te fíes en rryqueza,
nin te preçies, bien te digo,
de cuerpo nin fortaleza,
ca toda tu gentileza
e fermosura loada
conuiene a ser tornada
gusanos e grand vileza.

En su destierro probablemente Fernán Pérez de Guzmán escribió las Coplas de vicios e virtudes (conocidas también bajo el nombre de Diversas virtudes, pág. 575 y ss. de la edición de Foulché-Delbosc), extenso poema de 463 octavillas, aunque también se intercalan a partir de la 109 coplas de arte mayor. Menéndez y Pelayo afirma que la principal curiosidad de la colección

consiste en ser una especie de muestrario de los diversos metros usados en tiempo de Pérez de Guzmán, sin excluir los endecasílabos, ya sáficos, ya anapésticos, rarísima vez yámbicos, circumstancia que también se nota en Micer Francisco Imperial y en el Marqués de Santillana (pág. 68).

La obra, dedicada a Alvar García de Santa María, se compone de máximas, documentos, avisos para regular la vida bajo los principios de la moral cristiana, con influjo de escritores y filósofos de la antigüedad.

La literatura religiosa con fin didáctico tiene en la Baja Edad Media un fuerte desarrollo, debido en parte a la reforma eclesiástica del siglo XIII, que culmina con el IV Concilio Lateranense (1215-1216), y cuyo fin es una renovación tanto política como disciplinaria, así como una reforma de costumbres. España no se queda a la zaga: en dos años se reúnen dos concilios provinciales que tienen por finalidad promulgar las decisiones del concilio romano. Los dos concilios, que se celebran en Valladolid en 1228 y en Lérida en 1229, prescriben con la observancia rigurosa de todas las disposiciones del Concilio de Letrán. Un resultado de este movimiento es que los dominicos, los franciscanos, y luego los carmelitas y agustinos empezarán a predicar por todo el Occidente. Es en este entonces cuando se escriben muchas obras didácticas latinas, obras para la predicación en latín y lengua vulgar y los sermones llenos de exempla.

Coincidiendo con la aparición de producciones de este tipo, muchas ya en lengua vulgar, se pasa del estudio teórico del pecado al estudio práctico, íntimamente ligado a las cualidades reales de la vida, apareciendo una casuística de los pecados.

Las predicaciones empezaron a difundir ideas de vicios y virtudes porque, según el canon 21 del Concilio Lateranense, el sacerdote debía saber bien su oficio:

El sacerdote deberá ser prudente y sabio, saber verter el vino y el óleo sobre las heridas, discernir las circumstancias del pecado y el estado del alma del pecador, a fin de poder dar los medios que deben emplearse para curar el enfermo."
La primera obra importante de casuística o de teología moral del siglo XIII es la Summa de Penitentia et Matrimonio, del canonista catalán San Raimundo de Peñafort (1175-1275). Esta Summa había sido compuesta para ayudar especialmente a los confesores, como reza una vida del santo anterior a 1351. Muy conocidas fueron también Somme le Roy del frère Laurent (c. 1279) y Le Mireour dou Monde del siglo XIV. Las Coplas de Fernán Pérez de Guzmán ahondan sus raíces en estos acontecimientos. Además, es importante en la obra la injerencia del tono íntimo y personal. A través de las Coplas, en efecto, podemos fijar los hechos más significativos de su vida, a los cuales alude con superior dignidad, sin dejarse arrastrar por fáciles desahogos. Esta "confesión," hecha de matices y en baja voz, nos prueba que Pérez de Guzmán acepta sus dolorosas experiencias con resignación:

... en perder e en morir
imposible es resistir
ala diuina sentencia. (71)

mas las rosas e las flores
que dan mas suaue olor,
son las gracias al senyor
con paciencia en los dolores. (31)

Contra toda aduersidad,
angustia e tribulacion,
grant vigor ha la oracion
atenta e con humildad. (208)

Y, con palabras que nos recuerdan a Séneca, expresa su ideal hacia el noble hombre:

El varon muy esforçado
que la fortuna combate,
oy vn xaque, cras vn mate,
como piedras al tablado;
firme esta, aun que mudado,
turbado, mas no vencido,
meneado y sacudido,
pero nunca derribado. (104)

Si en la copla 43 es clara la alusión a Juan de Vera:

...mas morir e hauer caydo
por consejos venenosos
de hombres escandalosos,
infinitos he leydo.

los versos siguientes se refieren a Juan II y a sus privados:

Nobles principes, si esta
regla os place mirar,
mas que la boca guardar
las orejas amonesta. (44)

Estos desengaños le hacen tener en mucho la verdadera amistad:

Nuestro Seneca moral
e otros sabios antiguos,
creen los buenos amigos
ser vn don celestial. (297)

[En la amistad]
El vinculo sea tan fuerte,
que sola la triste muerte
los pueda hauer apartado. (301)

Estos versos están relacionados con el refrán italiano "chi trova un amico trova un tesoro" y el español "más vale un amigo, que pariente ni primo." Nuestro poeta nos pone en guardia contra los falsos amigos (copla 207) y nos da algunos consejos para mantener la buena amistad (coplas 271, 272, 299, 300). Leamos lo que dice del traidor en la copla "De engaño sobre fe"

Non creo mayor vengança
tomar Dios de algun pecado,
que de aquel beso que es engañado
sobre fe e sobre fiança;
ymagen trahe e semblança
este vicio de aquel beso,
que dio Judas al rey preso
trahido por amistança. (277)

La obra Confesión rimada (pág. 630) se compone de 189 coplas de arte mayor (con algunas en octosílabos); es un comentario a los diez mandamientos, los siete pecados mortales y las siete obras de misericordia. El autor parece utilizar también fuentes bíblicas. Otro lugar común en la poesía de este tiempo es la crítica del clero; Guzmán se expresa con mucha violencia en esta copla ilustrativa en la que ataca a los prelados beligerentes:

Los grandes prelados, que son thesoreros
del patrimonio del crucificado,
con aves de caça e canes monteros,
e lo que es mas graue, en guerras gastado
el tercio que a pobres deuiera ser dado,
gastándolo en usos de Dios prohibidos,
creo que sospiros, bozes y gemidos
llegan a los cielos del pobre cuytado. (146)

Fernán Pérez de Guzmán cultivó también la poesía religiosa: el Pater noster, el Hymno trobado, el Te Deum laudamus trobado y, más originales, los himnos a la Virgen, entre los cuales merecen atención las Cient triadas, en que resalta profundo amor y devoción:

Alma mia,
noche e dia
loa a la Virgen Maria.
Esta adora,
esta honora,
desta su favor implora.
Esta llama
a esta ama,
que sobre todos derrama
Beneficios,
sin servicios,
et nos libra de los vicios.
Esta rosa
gloriosa,
e clara piedra preciosa,
con si viso,
gozo e riso,
da a todos el parayso (pág. 698)

Para terminar este repaso de la producción poética de Pérez de Guzmán reproducimos el juicio que acerca de él hace Menéndez y Pelayo en el tomo II de su Historia de la poesía castellana en la Edad Media, (p. 51):

Sobrino del canciller Ayala y tío del marqués de Santillana, hereda Pérez de Guzmán las tradiciones didácticas del siglo XIV y las transmite íntegras al XV. Moralista, cronista, hombre de guerra, político sagaz y desengañado, amante de la antigüedad y prosista de tendencias clásicas, los principales rasgos de la fisionomía de Ayala reaparecen en la suya. El fondo de su poesía es idéntico también al fondo ético de El Rimado de Palacio; pero como los tiempos eran diversos y los recursos del arte habían cambiado, el espíritu doctrinal de Fernán Pérez, aun prefiriendo la forma de exposición directa a la forma alegórica en que se complacían los dantistas, no intenta la renovación, ya imposible, del metro y los procedimientos del mester de clerecía, y sigue, aunque con rumbo grave y severo, las corrientes de la literatura de su tiempo, formulando la enseñanza moral en composiciones relativamente breves y bastante líricas, a lo menos en sus formas métricas.

Aunque alejado de la corte literaria, el recuerdo de Fernán Pérez quedó grabado en la memoria de sus contemporáneos. Así el marqués de Santillana, cuando habla de su tío, "cavallero doto en toda buena dotrina," y Gómez Manrique, cuando llora la muerte de don Iñigo, y ante la dificultad de encontrar acentos dignos de tan alto poeta, exclama dirigiéndose a la Poesía:

Mas quiero vos consejar,

pues satisfacer no puedo,
y digo que, sin tardar,
ir vos debeis a catar
en el reyno de Toledo
un caballero prudente
tan sabio que, ciertamente,
yo non fallo que vos queda
otro ninguno que pueda
tomar el cargo presente.
E por que mas le falles
cedo, sin tomar afan,
por aquel preguntores
cuyo nombre propio es
Fernan Peres de Guzman.

Su maestro, don Alonso de Cartagena, exalta sus "dulces metros e ritimos," y su primo Vasco de Guzmán lo define como

...caballero noble e celador de saber los grandes e antiguos fechos.Fernando del Pulgar, que le trató en vida, dejó también consignado, en los Claros varones de Castilla y en algunas Letras, el recuerdo grato de su maestro.Verdad es que el noble cauallero, Fernánd Péres de Guzmán, escriuió en metro algunos claros varones naturales dellos que fueron en España... (Claros varones, Ed. Bordona, p. 6)

Las poesías del señor de Batres figuran dispersas en casi todos los Cancioneros manuscritos e impresos del siglo XV, especialmente en los de Baena (del siglo XV, editado por primera vez en 1851), Gallardo (Ensayo de una biblioteca de libros raros y curiosos, 1863-89), en tres de la Biblioteca Nacional de París (que sirvieron a Ochoa para sus Rimas inéditas del siglo XV, 1844, nuevamente editadas en el tomo 51 de la Colección de los mejores autores españoles, 1851); en el de Ramón de Llabia (Zaragoza, hacia 1490), en donde se imprimió por primera vez el tratado de Vicios y virtudes, y, finalmente, en el Cancionero de Hernando de Castilla (1511; edición facsímile de la de 1520, hecha en 1904 por Archer M. Huntington), que contiene muy pocas poesías de nuestro poeta. Hay, además, Cancioneros especiales entre los cuales merece preferencia el de la Biblioteca de los duques de Gor, en Granada, escrito en 1452 por Antón de Ferrera, criado del duque de Alba, que contiene la Confesión rimada, los Vicios y virtudes y los Claros varones. En Sevilla, en 1506, apareció editado por Jacobo Cromberger un libro, reimpreso después varias veces, que lleva por título Las sietecientas del docto e muy noble cavallero Fernán Pérez de Guzmán: las quales son bien scientíficas y de grandes et diversas materias et muy provechosas: por las quales qualquier hombre puede tomar regla et doctrina y exemplo de bien vivir. Se formó el libro reuniendo las Diversas virtudes, la Confesión rimada, los himnos y algunas poesías más, hasta completar 700 estrofas, con que se quiso recordar las 300 de Juan de Mena. El uso de números tenía en la Edad Media un significado organizativo. Quizás por eso Pérez de Guzmán lo emplea para su colección. Además el número siete es uno de los símbolos más importantes en relación al concepto de vicio y virtud. Los escritores helénicos y medievales lo consideraron un número representativo y exacto, y en muchas civilizaciones se considera todavía un número sacro.

En el siglo XVII no aparece ninguna edición de las obras de nuestro autor, signo evidente del progresivo desinterés hacia Pérez de Guzmán, desinterés que domina también, con excepción de escasas referencias, el siglo sucesivo. En el siglo XIX hay una lenta recuperación del interés hacia la poesía del señor de Batres. Juan Nicolás Böhl de Faber edita dos poemas de Fernán Pérez de Guzmán. Eugenio de Ochoa, en 1844, publica fragmentos de los Loores de los claros varones y uno de los decires dedicado a Leonor de los Paños y edita los Proverbios y los Loores en su totalidad.

Entre 1912-1915 la Nueva Biblioteca de Autores Españoles (t. XIX) ha reunido, encomendando la edición a R. Foulché-Delbosc, todas las poesías que actualmente se conocen del señor de Batres, sin indicar las fuentes utilizadas. Por fin, José Antonio Barrio Sanchez realizó en su tesis doctoral (1995) una edición crítica de la obra poética de Fernán Pérez de Guzmán, a partir de la totalidad de las fuentes conocidas que se han conservado hasta nuestros días, claro signo del creciente interés por este opus importante que dominó la Baja Edad Media.

Ideario de Pérez de Guzmán

En su obra total Pérez de Guzmán revela sus actitudes y prejuicios, críticando a los individuos y a la sociedad. Guzmán pertenece a la nobleza feudal. Mérito suyo es haber captado el paulatino movimiento de transformación que estaba sufriendo la sociedad en que vivía. José Luis Romero señaló en "La concepción política" de su estudio sobre Pérez de Guzmán esta actitud del señor de Batres al percebir los valores históricos de su tiempo. Sus vacilaciones con respecto a esto son debidas más que a una personal actitud dubitativa, al apoyo que, como miembro de una familia empeñada políticamente, daba a las causas que los suyos abrazaban. En su concepción política reconoce la necesidad de que la nobleza se subordine al rey, pero en contraste con su pensamiento, intriga contra don Alvaro de Luna precisamente cuando intenta realizar ese mismo ideal.

Si como hombre de facción falla, en una dimensión histórica Pérez de Guzmán contribuyó, según nosotros, al fracaso de don Alvaro de Luna. Y al hablar de don Juan II, dice que "de aquellas que verdaderamente son virtudes e que a todo omne, e prinçipalmente a los reyes, son nesçesarias, fue muy defetuoso." La sumisión de la nobleza requería un prestigio y una fuerza moral que el rey, por entonces, no tenía. Cuando escribe los Claros varones, en Castilla reina Juan II. A este reinado se contrapone el del rey Recisundo, del cual dice:

Quando de buen rey dotada
es la prouincia ispana,
e de buen perlado ornada
es la iglesia toledana,
a mi ver segura e llana
va la paz e la concordia,
porque principia e exordia
la virtud e de alli mana. (94)

Si en las coplas de Claros varones retrata personajes de antaño, en la prosa sobria de Generaciones y semblanzas se centra en personajes de su tiempo. El presente "es una gran bofetada a nosotros." (122) Parecida valoración del presente hallamos en los Proverbios:

A cuerdos, necios e locos
veo heredar las riquezas
de sus padres, e muy pocos
las virtudes e proezas. (62)

Pérez de Guzmán al escribir su obra se propone un intento didáctico:

Pero como relatar
los buenos fechos aplaze,
a los nobles e los faze
a virtudes animar,
asi mesmo memorar
los fechos malos e viles,
los corazones gentiles
faze de yerros guardar. (107)

Todos los individuos que comparten características similares con Fernán Alfonso de Robles hallan su retrato en los versos siguientes:

Del home malo e maluado
que alcanza grande poder,
si es sabio e esforzado
quien se podra defender? (Proverbios, 5)

Poder, saber, fortaleza,
si cayeren en mal vaso,
non valen humana sabieza
a resistir en tal caso. (Proverbios, 6)

Desdichadamente en la España de su tiempo había muchos Alonsos de Robles.

Frente a los contemporáneos egoistas que luchan a brazo partido por el poder se destaca el desprendimiento de Vamba:
Suele el rey que es elegido
a vezes por tirania
reynar o por simonia,
mas este fue costreñido,
apremiado e vencido,
diziendole: "o reynaras,
o a mi espada moriras",
un godo muy atreuido. (96)

La responsabilidad de Recaredo:

quel reyno le fuera dado
non para del se seruir,
mas para bien lo regir
e tener bien ordenado. (79)

El empeño que pone Alfonso I en su oficio:

La corona aceptada
nin util nin delectable (130)

Y la humildad del rey Don Fernando el Magno:

El reyno que de tu mano,
Senor mio, rescebi,
yo lo restituyo a ti
como tu fiel christiano. (201)

"Acto virtuoso" llama Pérez de Guzmán el ejercicio de la justicia. Al hablar de los Alfonsos:
Non digo singularmente
que en Castilla e Leon
fue este nombre excelente,
mas Portugal e Aragon,
reynos de aquesta nacion,
quantos Alfonsos ouieron
por virtudes florescieron
e florescen los que oy son. (127)

La península ibérica ha llegado a ser nación porque los reyes son "mal aconsejados". He aquí las principales etapas de la unidad de España, verdadero Via Crucis político. Don Fernando el Magno malogra la primera posibilidad de unidad al partir los reinos entre sus hijos. Con Don Alonso III de Aragón existe otra ocasión favorable de unidad desaprovechada. Sin embargo, en la persona del emperador don Alfonso la unidad se convierte casi en una realidad por el poder efectivo que él ejerce sobre los otros reinos. La toma de Córdoba (273), de Sevilla (297), y de Valencia (319) achica definitivamente la potencia de los árabes, que constituyen el principal obstáculo para la unidad de la España cristiana. El ideal político de Fernán Pérez de Guzmán se realizará parcialmente con los Reyes Católicos, y totalmente durante unos sesenta años (de 1581 a 1640), con Felipe II.


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